Se estima que las pérdidas económicas causadas por roedores pueden alcanzar hasta un 20% en productos almacenados, especialmente en sectores como la agroindustria, bodegas y supermercados. Estas pérdidas no solo se deben al consumo directo de alimentos por parte de los roedores, sino también a la contaminación por orina, heces y pelo, lo que obliga a desechar grandes volúmenes de productos. 

En los hogares, además de dañar alimentos y materiales (como cables eléctricos, lo que incluso puede provocar incendios), los roedores son vectores de enfermedades graves como leptospirosis, salmonelosis y hantavirus. 

Los daños provocados por las palomas en entornos urbanos generan altos costos de mantención y representan un riesgo tanto para la salud pública como para la integridad de edificios. Estos efectos negativos se deben principalmente a sus excrementos, que contienen ácido úrico, una sustancia corrosiva que deteriora techumbres, canaletas, fachadas e incluso monumentos. Por esta razón, se les considera una plaga urbana que afecta directamente a hogares y empresas. 

Según la Superintendencia de Salud y diversos estudios postpandemia, la presencia de virus, bacterias y hongos puede mantenerse en superficies hasta por 72 horas o más, especialmente en espacios cerrados y con alta circulación de personas como oficinas, colegios, centros de salud o transporte público. 

Sanitizar no es solo una medida estética o preventiva puntual, sino una estrategia clave para cortar la cadena de contagio, proteger a las personas y garantizar ambientes seguros en hogares, empresas e instituciones. 

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